martes, 28 de mayo de 2013

Al final todos somos iguales

“El entusiasmos que se desata cada vez que la bala blanca sacude la red, puede parecer misterio o locura”- Eduardo Galeano-.

Y ahí estaba él sentado en su butaca, nervioso, preocupado, triste y tal vez un poco resignado  de ver como su equipo el América se le escapaba de las manos el campeonato en su propia casa, el mítico estadio Azteca, pues no había esperanza de empatar el marcador global de 2-0 en contra, jugando con un hombre menos desde el minuto 15 y el juego agonizando, faltaba poco para que el árbitro pitara el final del partido y el Cruz Azul se coronará campeón.

El escritor Juan Villoro en su libro “Dios es Redondo”, menciona que “el aficionado al fútbol busca capacidad para la magia”, por lo que éste fiel seguidor del América, creyó que un milagro era posible cuando al minuto 88 el defensa azulcrema, Aquivaldo  Mosquera, se levantó en el área enemiga y anotó el gol que acortaba distancias en el marcador global, tal vez para los escépticos sólo significaba una anotación para que los americanistas dijeran con orgullo “2-1 pero caímos como los grandes, peleamos hasta el final”, pero para él, a quien su padre le heredo la pasión y el amor por las Águilas, era una luz de esperanza de ver a su equipo levantar la copa por onceava ocasión en su historia.

Pero ni él ni el resto de los aficionados americanistas se imaginaron que en el minuto 93 en la última jugada del partido, en un tiro de esquina el arquero  Moisés  Muñoz dejara su portería para irse como un delantero más y con un remate de cabeza que fue desviado por un defensa del  Cruz Azul, convertiría al estadio Azteca en un verdadero manicomio, pues el guardameta  lograba lo impensable empatar y mandar el partido a tiempos extras.

Él no se volvió a sentar durante los 30 minutos de alargue, se desgarró la garganta alentando a su equipo, se unió al grito de guerra, “¡Águilas! ¡Águilas!”. Su corazón se aceleró cuando llegaron los tiros penales, su equipo estaba más cerca de darle una alegría como en aquel 2005, última vez que fueron campeones.

Entonces llegó el momento de los penales, después de 2 tiros fallados por parte del Cruz Azul y todos cobrados de manera perfecta por los americanistas;  Miguel Layun, el jugador más criticado del América, se paró frente al portero Jesús Corona, para vencerlo y darle el título a las Águilas, lo que provocó que  éste aficionado festejara eufórico, como un niño brincaba y gritaba “¡Campeón! ¡Campeón!, se quitó la playera, les aplaudió e incluso se arrodilló para reconocer el esfuerzo de sus jugadores, no le importó llamarse Emilio Azcárraga, ser dueño de Televisa, y uno de los hombres más poderosos de México.

Emilio Azcárraga no pensó que su eufórico festejo se convertiría en el hashtag #MepongopedocomoAzcárraga  en Twitter y sería motivo de burlas, por comportarse  como un aficionado ordinario y dejando de lado las poses, lo que demuestra que en el fútbol durante 90 minutos al final todos somos iguales, pues un gol provoca la euforia en sus aficionados, haciéndoles perder la cabeza en un festejo.

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